La piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo. Nos protege del medio exterior y se relaciona con nuestro interior para muchas funciones, como la regulación de la temperatura o la síntesis de vitamina D. Además nos permite relacionarnos con lo que nos rodea mediante el sentido del tacto. Es un órgano inteligente, que tiene memoria. Recuerda las agresiones que ha sufrido desde la infancia, por lo que es muy importante su cuidado desde el nacimiento. Su protección frente a la exposición solar es fundamental, a cualquier edad, pero especialmente relevante en los más pequeños de la casa.
¿Cómo elegir el protector solar para la piel de los peques?
El sol emite diferentes tipos de radiaciones, entre las que cabe destacar la radiación ultravioleta A (UVA, que penetra en las capas profundas de la piel y es responsable del envejecimiento prematuro y del aumento del riesgo de cáncer de piel) y la ultravioleta B (UVB, radiación más superficial causante de las quemaduras solares y también del cáncer de piel). Por eso es recomendable que el fotoprotector que elijamos tenga al menos protección UVA y UVB.
Además tenemos en el mercado fotoprotectores con filtros físicos, químicos y biológicos, pero ¿qué diferencias hay entre ellos?
Los filtros físicos actúan como una barrera defensiva de la piel, reflejando la luz, sin absorberla. Suelen contener sustancias como el dióxido de titanio o el óxido de zinc. El inconveniente que tienen es que habitualmente su textura es más pastosa y suelen dejar una capa blanquecina sobre la piel. Aunque cada vez se avanza más en mejorar la textura y existen algunos en el mercado que se esparcen mejor, quedando una capa casi invisible. Al no absorberse, están especialmente indicados en pieles sensibles, con tendencia a las dermatitis, y en los más pequeños y en las embarazadas.
Los filtros químicos (orgánicos) son sustancias que absorben los rayos solares y los modifican para que no perjudiquen nuestra piel, convirtiendo la energía en calor. Algunos nombres que podéis encontrar: PABA y derivados (en desuso), ethylhexyl triazone, salicilatos, benzofenonas, iscotrinuzol… Son los más empleados habitualmente porque tienen una textura agradable que se extiende bien por la piel sin dejar residuos, pero éstos sí que se absorben y tienen riesgo de producir alergias, por lo que no es recomendable su uso en pieles sensibles.
Los filtros biológicos en realidad no se pueden considerar como filtros ya que se trata de sustancias que actúan junto con los filtros de la fórmula para aumentar las defensas naturales de la piel. Se trata de sustancias antioxidantes y reparadoras, que neutralizan los radicales libres y protegen la piel del envejecimiento y de los daños del sol. Algunos de ellos son las vitaminas A, C, E o el Arabian Cotton.
El fotoprotector que elijamos para nuestros hijos debería tener al menos protección UVA + UVB, con un factor (FPS) de 50 y hasta los 2-3 años que sólo contenga filtros físicos (no químicos). A partir de los 3 años se podrían emplear fotoprotectores mixtos (con filtros físicos y químicos), siempre que no haya contraindicación al respecto (consultar con vuestro pediatra la mejor opción para vuestros peques).
En menores de 6 meses no se aconseja el uso de fotoprotector. Debemos proteger a los más pequeños con ropa y evitando la exposición a la luz solar. A cualquier edad, intentar limitar la exposición en la medida de lo posible, sobre todo en las horas más perjudiciales.
Además, deberíamos proteger la cabeza de los niños con sombreros (preferiblemente de ala ancha) y los ojos con gafas de sol. Las radiaciones UV del sol aumentan el riesgo de cataratas y otros problemas visuales, como fotoqueratitis (inflamación de la córnea y el iris) y fotoconjuntivitis (inflamación de la conjuntiva). Las gafas de sol para los niños deben tener un índice de protección 3 (fuerte) y también deben proteger frente a la radiación UVA y UVB (aquí os dejo información sobre ellas).
Siempre tener en cuenta que el mejor fotoprotector es la sombra.
¿Cómo aplicar el fotoprotector?
Se aconseja aplicar unos 15-30 minutos antes del comienzo de la exposición solar, y se debe repetir la aplicación cada 2 horas. Aunque nos ponga en la etiqueta que es resistente al agua, se debe volver a aplicar al salir de un baño prolongado.
Si utilizamos repelente para los mosquitos, primero aplicaremos el fotoprotector y después el repelente.
Desmintiendo mitos y otros consejillos…
- En los días nublados también hay que protegerse del sol. Aunque las nubes disminuyen la penetración de la radiación ultravioleta, la radiación difusa suele ser suficiente para producir quemaduras. Asimismo, la radiación se refleja en el agua, la hierba, la arena y la nieve y hay posibilidad de quemaduras.
- Evitar la exposición en las horas centrales del día.
- Las personas con piel clara y los pelirrojos son más sensibles a la radiación UV, al igual que los niños.
- El bronceado no protege de las quemaduras solares, del envejecimiento prematuro, ni del cáncer. Siempre hay que proteger la piel.
- En la montaña el riesgo de quemaduras es mayor, ya que a mayor altitud la capacidad de atenuación de los rayos UV por la atmósfera es menor.
- Después de la exposición solar es recomendable hidratar la piel y no os olvidéis de ofrecer agua de forma frecuente (ofrecer, no obligar).
Es nuestra responsabilidad proteger la piel de nuestros hijos en la playa, en la montaña, en la ciudad o donde sea. Recuerda que la piel tiene memoria (se acuerda de todas las agresiones que se le hagan, y con mayor intensidad si éstas se producen en la infancia temprana), que los efectos negativos de las quemaduras solares son acumulativos y la capacidad del cuerpo humano para reparar los daños decrece a lo largo de la vida. Protegerlos ahora también es proteger su piel del futuro.
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