Una convulsión es una descarga excesiva de un grupo de neuronas del cerebro, que puede provocar distinta sintomatología. Las crisis febriles son convulsiones asociadas a un cuadro febril, en ausencia de otras complicaciones. Es una entidad bastante frecuente. Aproximadamente un 5% de los niños, siendo el trastorno convulsivo más frecuente de la infancia.
¿Por qué ocurre?
Se cree que pueda deberse a que estos niños presentan el cerebro aún inmaduro, y al aumentar la temperatura y acelerarse el metabolismo, es más fácil que la actividad de una neurona salte a otras, desencadenando la convulsión febril. Además existe agrupación familiar, dándose con más frecuencia en los hijos de padres o hermanos que lo han tenido. Aunque no siempre hay antecedentes familiares.
Cualquier infección que produzca fiebre puede provocarlas: gastroenteritis, catarros, amigdalitis… Aunque sean infecciones víricas y no necesiten más tratamiento.
¿Que características tienen?
Por lo general nos encontraremos con pérdida de conocimiento (el niño no responde), rigidez, y/o movimientos rítmicos de extremidades. No tienen por qué moverse las cuatro extremidades, y los movimientos no son «tiritonas» por la fiebre, son sacudidas rítmicas.
La edad de presentación está más o menos entre los 6 meses y los 5 años, con la máxima incidencia a los 18 meses.
La temperatura no tiene por qué ser muy elevada. Se considera que una temperatura rectal de 38ºC ya puede desencadenar una crisis, así como el ascenso brusco de la temperatura.
La mayoría de veces ocurre en las primeras 24 horas del proceso febril (aproximadamente el 80%) y hasta el 20% de estos pueden ocurrir en la primera hora, por lo que a veces ni siquiera sabemos que han tenido fiebre cuando llegan y lo descubrimos al explorarlos. El 20% restante ocurre a partir de las 24 horas de iniciado el proceso febril.
El 90% de las crisis son breves, durando menos de 15 minutos.
¿Pero qué hago si le pasa a mi hijo?
Pues intentad mantener la calma. No sujetarlo con fuerza para que no se mueva. No metaís la mano en su boca, la lengua no se la va a tragar. Aseguraos de que no se puede hacer daño con lo que tiene alrededor.
Muy importante mirar el reloj. Aunque es en lo último que se piensa en ese momento a nosotros nos sirve de mucha ayuda, y os vamos a preguntar cuándo le comenzó la crisis o cuánto le ha durado en cuanto lleguéis.
Si no es la primera vez, probablemente vuestro pediatra os haya mandado medicación, probablemente diacepam rectal o midazolam bucal. Si la crisis dura más de 5 minutos o tenéis dudas administrarselo. También es importante comenzar a bajar la fiebre: no arropando en exceso y poniendo antitérmicos a dosis habituales, siempre que sea posible.
Si la crisis cede colocarlo de lado para que respire mejor.
Acudid cuanto antes al Centro de Salud o Hospital más cercano. Allí veremos si está bien y si encontramos algún foco que precise otro tratamiento, si la crisis ha cedido. Si no ha cedido pondremos medicación para intentar que termine.
En algunos casos será necesario algo más de observación o derivación al Hospital (si estamos en el Centro de Salud): cuando hay mal estado general, crisis prolongada o varias dentro del mismo episodio febril, mala recuperación postcrisis o dudas del Pediatra.
Pero en la mayoría de los casos en unas horas estaréis de vuelta a casa.
Figura 1: Primera actuación ante Urgencias en Centros Educativos. Guía para la comunidad educativa. Consejería de Salud. Servicio Murciano de Salud. 1ª edición. Noviembre 2018.
¿A casa? ¿No le van a hacer más pruebas? ¿No le doy ningún medicamento?
Ante una crisis febril típica no se deben hacer más pruebas. Si se realiza un electroencefalograma nos puede confundir más que ayudarnos, y muy pocos casos precisarán tratamiento (y en ningún caso se tratan las crisis febriles simples).
El 50% de las veces se produce una crisis sóla y no vuelve a pasar nunca más. Hay que estar tranquilos. Una crisis febril no es una epilepsia. Es un proceso benigno que no tiene repercusiones a nivel cerebral, ni va a dejar secuelas.
Lo que sí debemos es intentar transmitir esta información a los padres, profesores y otros cuidadores. Enseñarles la forma de actuar y dar un buen soporte emocional.
Es un momento muy estresante, que produce mucha angustia y sensación de impotencia, por lo que es crucial acompañar a las familias.
Y tranquilos. No tiene por qué volver a ocurrir. Pero si ocurre sabréis cómo actuar.
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