La alimentación de nuestros hijos es algo que nos preocupa cuando son pequeñitos pero poco a poco la cosa se va relajando y, cuando pasan a comer lo mismo que nosotros, empiezan a comer peor.
Si a esto se le suma que a partir del añito los niños comienzan a comer menos cantidad porque su cuerpo no requiere de tanta energía para crecer (¡si siguiéramos a ese ritmo seríamos gigantes!) y que eso se traduce en una disminución de la ingesta (a veces muy llamativa), empiezan las preocupaciones del niño mal comedor. Y los papás, en un intento de que «por lo menos coma algo», le damos lo que quiera, galletas o lo que más le guste «para que no tenga el estómago vacío».
Pero con todo esto no hacemos ningún bien a nuestros niños. En un niño sano, que va creciendo bien, no es necesario dar vitaminas ni suplementos, ni hacer analíticas de sangre «porque no come nada y queremos ver si tiene anemia o si le faltan vitaminas».
Lo que mejor podemos hacer por ellos es aprender a comer, para que ellos aprendan de nosotros. Debemos comer frutas y verduras, no comprar comida precocinada, bollería industrial ni chucherías (sólo ocasionales), comer legumbres, guisados, carne y pescado a la plancha y al horno (mejor que siempre fritos). Así pondremos un granito de arena para que en el futuro ellos coman lo mejor posible, y evitaremos muchas enfermedades que se relacionan con la alimentación. También es una buena idea dejarlos que ayuden en la cocina cuando son un poco más mayores, y a algunos ¡les encanta!
Además hacer deporte un ratito todos los días: jugar en el parque, caminar, salir en bici (nada de estar siempre con la consola o viendo la tele en el sofá)… o si les gusta alguna actividad extraescolar perfecto. Favorecer también el deporte en familia. Aunque todos estamos muy liados y con mil cosas que hacer, siempre es bueno dedicarle un ratito a la semana para hacer todos juntos una ruta caminando o en bici, por ejemplo. No sólo viene bien a nuestros pequeños, sino también a los papás, y es una buena forma de crear buenos recuerdos juntos.
Hay que intentar controlar el sendentarismo infantil y la comida basura, porque todo esto nos lleva a un grave problema que vemos los pediatras en nuestras consultas a diario: la obesidad infantil, que es uno de los problemas más graves de salud pública del siglo XXI.
Un niño gordito no es sinónimo de bien nutrido y sano, como muchas veces se cree (o como dicen las abuelas). Un niño con sobrepeso/obesidad ¡puede estar desnutrido! (por el tipo de alimentación que predomina en su dieta y la falta de muchos nutrientes necesarios). Y sin embargo un niño delgado que come poco pero de todo, probablemente esté más sano que una lechuga.
La obesidad infantil conlleva muchas complicaciones a corto y largo plazo, influyendo de forma negativa en la salud de adulto. Puede tener complicaciones psicológicas (discriminación, aislamiento social, reveldía…), aumentar la edad ósea (la edad del hueso, produciendo una maduración precoz del mismo), adelantar la menarquia (primera regla), producir hipertensión, problemas en las extremidades, problemas metabólicos (resistencia a la insulina y diabetes, hipercolesterolemia, esteatosis hepática, etc.)…
Os dejo el decálogo de la alimentación que nos propone la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Son cosas básicas que todos sabemos pero que merece la pena recordarlas e intentar introducirlas en nuestro día a día.
Porque la alimentación y el deporte, son cuestiones de salud.
Pediatribu
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Enlaces externos:
- https://enfamilia.aeped.es/edades-etapas/mi-nino-no-come
- https://enfamilia.aeped.es/vida-sana/alimentacion-en-etapa-escolar-6-11-anos