La alimentación está rodeada de mitos y falsas creencias que se transmiten de padres a hijos en un «ciclo sin fin», difícil de modificar sin la información adecuada. ¿Conocéis muchas leyendas sobre la comida que habéis descubierto que no son verdad? ¿Os han tachado de locos por romper con tradiciones previas? Vamos a hablar sobre los…
Mitos y tradiciones en la alimentación
«Mi niño no come»
Esta frase es una constante en nuestra consulta diaria y lo tenemos asumido.
A veces, ese niño que no come, entra en su carrito con una bolsa de gusanitos o comiendo galletas, y entonces casi que ya tenemos la respuesta a la preocupación. Si está comiendo «alimentos» que no aportan los nutrientes necesarios para el niño o la niña, pero que sí que ocupan un gran espacio en su estómago y son muy calóricos, obviamente no va a tener hambre en varias horas. Probablemente llegue a la siguiente comida sin apetito, si sus mecanismos de hambre y saciedad funcionan correctamente.
Muchas veces entramos en un círculo vicioso de «no ha comido nada», le doy unas galletitas (por ejemplo) porque sé que eso sí que se lo come. Llega la hora de la siguiente comida y no tiene apetito. Al rato, le doy un vaso de leche con cacao porque sino «tiene el estómago desangelado»…
Igual parece que lo que he expuesto es extremista, pero os puedo asegurar que pasa muchísimo y es difícil romper esos hábitos. Cuesta mucho que ese niño vuelva a comer bien. Se necesita que la familia tome conciencia del problema y sea capaz de ofrecer dosis máxima de paciencia y cariño.
Otras veces nos toca diferenciar entre si el niño realmente no come o «no come lo que los padres quieren que coma». Porque un niño de 10-15 kilos por ejemplo, ¿va a comer la misma cantidad que un adulto de 60-70 kg? Pues normalmente no. Es verdad que algunos sí, pero no tiene por qué ser esa la norma. No lo necesitan.
El Pediatra siempre debe preguntar acerca de la alimentación y los hábitos alimentarios, para intentar averiguar si puede existir enfermedad. Así que, ante cualquier duda, consultad.
«Hay que terminarse la comida»
Muy frecuentemente nos han transmitido la necesidad de tener que «acabar el plato» porque es de mala educación dejarse comida, porque muchos niños de otros países pasan hambre…
El momento de la mesa puede convertirse en un «campo de batalla», intentando que coman. Pero lo que tenemos que tener en cuenta, es que la comida «se ofrece», no se da. Es decir, los adultos somos los responsables de poner sobre la mesa alimentos saludables, pero los niños son los que deciden cuanto apetito tienen.
Hacer sentir culpabilidad por no tener el apetito que los adultos consideramos adecuado, puede acarrear problemas con la comida, actuales o en el futuro.
«El desayuno es la comida más importante del día»
El desayuno es una comida importante en el día, como también lo son el almuerzo, la comida, la merienda o la cena. Pero, ¿es la más importante? Por el hecho de ser el desayuno, ¿nos interesa dar procesados para «que lleven algo en el estómago»?
Aquí creo que juega en nuestra contra el tiempo del que disponemos las familias antes del inicio de nuestra jornada laboral y la escolar de nuestros peques. Un niño que no se levanta con apetito, lo que necesita es algo de tiempo para poder desayunar tranquilamente su leche, su fruta o sus tostadas… Pero en la sociedad en la que estamos viviendo, nos falta precisamente eso. Y de eso también se aprovechan la publicidad y la industria de la bollería.
«Si toman zumo, están comiendo fruta»
Los zumos no son fruta. Ni siquiera los naturales. Debemos limitar su consumo, tomarlos de forma esporádica. ¿Por qué?
- Los zumos no se mastican. No sacian. Podemos escurrir tres o cuatro naranjas para hacer un zumo, cuando sería impensable comerse 3-4 piezas de esa misma fruta en una sentada. ¿Verdad?
- Son muy cariogénicos. Aumentan el riesgo de caries por los azúcares libres que contienen. La fruta entera presenta el azúcar intrínseco (saludable).
- La fibra de la fruta se quedó en el exprimidor.
- Tienen más calorías.
Por tanto, se recomienda tomar fruta tantas veces como se quiera a lo largo del día y a cualquier hora. Pero zumos no. No es lo mismo. Nunca.
«La naranja (el melón, la sandía…) por la mañana es oro, por la tarde plata y por la noche mata»
La fruta no tiene horarios. Es buena a cualquier hora. No es cierto que sea mejor a una hora que a otra y, por supuesto, no es verdad que vaya a sentar mal por tomarla de noche.
Uso de azúcares o edulcorantes «para engañar al gusto»
Para aprender a comer de forma saludable, el paladar de nuestros pequeños se debe adaptar a los sabores naturales. A veces, necesitan de muchas veces de probar el mismo alimento para conseguir una aceptación del mismo. Además, también se requiere que el resto de la familia tome ese alimento.
El añadir azúcares o edulcorantes para que los niños coman algo que nos está costando que acepten, no va a hacer que le guste ese alimento en el futuro.
Además, el paladar de los más pequeños se adaptará a alimentos muy dulces, y luego nos costará más «reeducar» el gusto para que acepten otros alimentos «menos dulces» para ellos, por ejemplo la fruta.
Cuantos menos azúcares libres aportemos a su alimentación, mejor. En menores de dos años, nada de azúcar a ser posible. Y en los mayores, cuanto menos mejor.
Por último, recordad:
Comer en familia debería ser un momento de tranquilidad, disfrute y comunicación. Los adultos tenemos la responsabilidad de ofrecer a nuestros peques una alimentación lo más saludable posible. La cantidad la deciden ellos.
Así de sencillo. Sin gritos. Sin enfados. Sin cambiar un alimento por otro «menos saludable». No pasa nada.
Paciencia… Mucha paciencia…
Besos y muchos mimos.
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